FÁBULA DEL CASTELLANOPARLANTE
En mi ya largos años de vida en Galicia he observado que si no sabes hablar gallego estás perdido en esta tierra, porque nadie te respeta, nadie te entiende y te consideran un pobrecito paleto (...) cuando no un sospechoso extremista de carácter español. La discriminación es brutal. Todos los documentos oficiales se escriben en gallego, igual que los contratos privados o públicos y la correspondencia privada, empresarial, publicitaria u oficial. A los niños se les obliga a estudiar todas las asignaturas en gallego, menos dos (una de ellas la Lengua española).
Las televisiones y los canales de radio emiten exclusivamente en gallego y los periódicos, como es evidente, niegan espacio a los textos en castellano, relegados en exclusiva al ámbito cultural. Todos los juicios han de celebrarse en gallego y es muy raro que te autoricen un traductor al castellano (...). En las tiendas no se pueden comprar ordenadores porque su lenguaje es el inglés o el gallego (...). Los nombres de las calles de ciudades como La Coruña están rotulados en el idioma colonizador. (...) te miran con desprecio o a lo sumo como un pájaro exótico si te expresas en la lengua de Cervantes (...). Las misas, rezos y homilías se hacen en gallego únicamente. No entiendo el empeño de los ciudadanos de esta tierra por imponer una lengua que (...) no es la propia de Galicia.
Tanta colonización ha provocado en nosotros un histórico complejo de inferioridad hasta el punto de que padres castellano hablantes educan a sus hijos en gallego.
Felisa Conde Pena, “Cartas al director”,
La Voz de Galicia, 21.11.1989